Si todo el mundo soñara el mismo sueño nadie sabría estar durmiendo toda
su vida. El Ajedrez nos habla mucho sobre las ilusiones, las fallas en la percepción
de la realidad o de un hecho en un medio posible, ya sea el mundo o el damero.
El damero del mundo, con casillas claras y oscuras, nos muestra la esencia de
las múltiples posibilidades que nos llevan sin embargo a una única resolución o
destino final. Si logramos despertar notamos que a veces nuestros adversarios
sueñan sus propios sueños, tienen fantasías que los conducen directamente al
abismo; y notamos entonces de dónde procede nuestra fuerza de juego. Finalmente
es difícil separar ese estado mental espiritual que nos permite fluir en el
tablero, de la experiencia y los aspectos técnicos que vamos adquiriendo,
porque, tal como las casillas claras y oscuras, el límite es imperceptible y la
fusión es siempre inevitable para sentir como flotamos libres de la ilusión. No
tanto como una búsqueda de lo absoluto ni tampoco cayendo en el idealismo pues
es este un juego para alicar prácticamente nuestras capacidades, sólo un
ejercicio mental, psíquico, espiritual, físico, moral, social nos hará ver la
esencia misma del juego. Si no lo logramos, el intento vale todos los
esfuerzos. Esto consume mucha energía, nos transforma.
Un simple peón puede trascender y coronar si cumple su misión en la
vida, en medio de fuerzas poderosas que interactúan en un medio posible. Sé que
el objetivo es dar mate al Rey y vencer un estado de cosas para cambiarlo por
otro, y cuando lo logramos, nosotros también nos transformamos.
Que Caissa los encuentre
siempre unidos, y en la lucha.
Horacio Kiel
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