Si hubiera un termómetro para medir el talento, es muy probable que el de Ian Niepómniashi para el ajedrez fuera uno de los mayores que se han visto en el último medio siglo. Pero su preparación psicológica, más importante aún en el deporte mental por excelencia que en todos los demás, deja mucho que desear. En este duelo consiguió algo que siempre había sido muy difícil para él: ganar una partida, la 5ª, inmediatamente después de perder otra. Sin embargo, ha fallado con estrépito donde los campeones no suelen hacerlo: en el instinto asesino, traducido en un olfato especial para saber qué momento puede ser decisivo, y obrar en consecuencia.
“Lo he tenido todo para ganar este duelo. Tuve tantas posiciones prometedoras en las partidas lentas que nunca deberíamos haber llegado a las rápidas. Por ejemplo, todo hubiera cambiado con un par de jugadas precisas en la duodécima y decimocuarta”, se lamentó Niepómniashi en sus primeras palabras durante la conferencia que sucedió a su derrota. Unos minutos después, mientras Ding contestaba, el ruso llegó a inclinar su cabeza contra los brazos, como si quisiera echar una siesta para huir de ese infierno.
Se quedó corto, porque podía haber añadido como mínimo la partida inaugural, donde Ding estuvo bastante flojo, casi tanto como cuando perdió la segunda al día siguiente. Y casi todos sus errores tienen un factor común: su descomunal talento le permite jugar muy bien y muy rápido, pero sin el sexto sentido que le indique cuándo debe frenar, sentir que esa posición concreta es crítica y pensar mucho más tiempo del suyo habitual. Niepómniashi confesó que entre los miembros secretos de su equipo estuvo el excampeón del mundo Vladímir Krámnik, quien destronó a Gari Kaspárov en 2000. Pero Krámnik solo intervino en cuestiones técnicas, no psicológicas. Muy abatido, analizó lo que acababa de ocurrir: “El desempate después de catorce partidas tiene algo de lotería, y mi oponente ha ganado porque cometió el penúltimo error en una partida donde resultaba impensable que las blancas pudieran perder después de haber estado cerca de ganar”, dijo. Pero además del penúltimo error, Ding hizo una genialidad de ruleta rusa, con el agravante de que ya había hecho algo parecido —lanzarse por la victoria con riesgo máximo a pesar de estar muy apurado de tiempo— en la séptima, que perdió. Aun así tuvo los arrestos para repetirlo con el título mundial en juego, lo que indica una fortaleza mental que para sí quisiera Niepómniashi.
Por Leontxo García O.
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