COLABORACIÓN No. 526 “La Colección de Papá”- Sergio Coellar Mideros
"Muñoz arribó a Leipzig por sus propios recursos, que lo dejaron sin
el pequeño terreno que poseía en la ciudadela Urdesa, en Guayaquil.
¿Qué importaba? La meta era cumplir el sueño de todo ajedrecista:
representar a su país en una olimpiada, el más importante evento del
orbe después del campeonato del mundo. Muñoz se sentó y por primera
vez Fischer supo lo que era que lo miren de frente. El genial Bobby,
lejos de perturbarse, inició con las piezas blancas sus lances hacia
la victoria, moviendo dos casillas su peón de rey. Muñoz respondió
moviendo dos casillas su peón de alfil dama, planteando una defensa
siciliana, y posteriormente entró en la variante Dragón, en la que
todos sabían que Fischer era un experto. De los 176 competidores,
probablemente sólo tres no apostaban a Fischer: el danés Bent Larsen,
el islandés Frederick Olaffsson y el filipino Florencio Campomanes.
Los tres, en competencias anteriores, supieron de la fuerza de Muñoz e
inclinaron sus reyes.
La partida continuó. Aunque Fischer jugó con gran energía, pronto el
laboratorio de Muñoz fue superior y en la jugada 26 ya había obtenido
una clara ventaja posicional. A partir de aquel momento el silencio se
hizo más notorio en la sala. Los otros jugadores se iban acercando a
la mesa sigilosamente pero ni Fischer ni Muñoz se daban cuenta, ya que
estaban absortos en las complicaciones de la partida. Fischer lucía
pálido, pues sabía que estaba perdido. El semblante de Muñoz, en
cambio, irradiaba de color mientras le asestaba el golpe de gracia.
Entonces Bobby se levantó y estrechó la mano del ganador, al tiempo
que se rompía el silencio en la sala con exclamaciones de asombro que
se transmitían por el teletipo a los más remotos lugares del planeta.
"Perdió Fischer!"... "Muñoz lo mató!". La bandera tricolor
ecuatoriana, sobre la mesa de juego, parecía brillar más que la de
Fischer..." Miguel Iñiguez Viteri, EL UNIVERSO,Guayaquil 21-10-1991.
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