EL AJEDREZ, UN ESTADO MENTAL
El
ajedrez es considerado usualmente un juego para intelectuales, para
gente inteligente, cuando en realidad lo esencial en un jugador suele
ser su estabilidad emocional y el estado mental que debe generar y
mantener para resolver problemas. Ganar un torneo o una partida de
ajedrez suele ser, entre jugadores de un nivel similar, una cuestión más
de resistencia y estabilidad mental que de fuerza de juego. Diríamos
entonces que las habilidades que debemos desarrollar para aprender a
jugar sí podemos estudiarlas y practicarlas, pero la estabilidad mental
depende de una disposición anímica muy particular que uno debe generar
cada vez que afronta un nuevo desafío. En otras palabras, no se aprende
una sola vez sino cada vez que uno se enfrenta a un problema de ajedrez o
una partida.
Construir y desarrollar la paciencia necesaria es un trabajo de toda la vida.
Fomentar
nuestro crecimiento en el juego sobre estas bases nos hará constatar
notables avances y evoluciones, pero cimentar nuestras habilidades
únicamente en la fuerza o en la habilidad pura nos llevará a un absoluto
fracaso, por no haber comprendido la esencia misma del ajedrez.
Por
tanto un error o un fracaso tanto en un ejercicio como en la práctica
del juego suele deberse muchas veces a factores psicológicos o estados
anímicos que ponen al jugador en un estado de ansiedad que le impide
tomar la mejor decisión en un momento específico del partido, y esto es
tan importante como la técnica, el conocimiento de la teoría y la
práctica.
Creo que hay un dicho en la India que
dice que “el ajedrez es un lago en donde un mosquito puede nadar y un
elefante ahogarse”, o sea, no lograremos avanzar por la fuerza si no
integramos todas nuestras habilidades psicofísicas y emocionales con
calma, en un contexto de aparente caos sin sentido, porque para poner
orden primero debemos tenerlo dentro, y eso se genera deliberadamente.
Es
algo parecido a conducir una embarcación en medio de una tormenta, se
requiere un estado mental y espiritual muy particular que es
indispensable e intrínseco a esta actividad. Llegado a un punto es
imposible separar la habilidad en sí misma para realizar una combinación
en un tablero de ajedrez y el estado mental correcto que nos lleva a
esas valoraciones y a la final ejecución de un plan.
Llegando
a este punto podremos ver muchas veces que el ajedrez en sí mismo es un
estado mental, y no solamente requiere ese estado mental pues es
únicamente en ese estado que realmente podemos ejecutar un plan
correctamente, todo lo demás que podamos hacer no son sino movimientos
sin sentido, que hasta llegan a dar resultado pero no nos llevan a
ninguna parte realmente, no nos hacen crecer.
El
crecimiento de todo en la naturaleza es interior, y los efectos en algún
momento son percibidos en el exterior. Debe ser un error muy común en
muchos jugadores buscar el resultado externo sin pasar por un periodo de
crecimiento interior, introspección, reflexión y autocrítica que lleve a
un verdadero conocimiento de uno mismo, y, en definitiva, en última
instancia de lo externo del juego.
Tal como un
buceador que buscaba perlas en la antigüedad deberá el aprendiz
sumergirse en su propio caos interior y gobernarlo, al tiempo que
desarrolla sus habilidades y se nutre de la experiencia de otros
jugadores y de los maestros que encuentre, incluyendo sus rivales.
El
verdadero premio es ese estado mental espiritual, tal como dirían en la
India: la experiencia del gusto supremo, que tiene distintos nombres en
distintas culturas, la liberación de la ilusión, saber apreciar la
belleza en todas sus formas, en todas las combinaciones, en todos los
movimientos, aún en los que no se hacen, en lo visible y lo invisible.
Por
último, ese conocimiento que se construye dentro del jugador puede ser
destruido en un momento por un mal enfoque o un estado anímico
incorrecto, por la ansiedad, por la prepotencia; en otras palabras, el
ajedrez te obliga a encontrar la perla que llevas dentro para brillar
con tu propia luz, cuando se rompe la ostra de las apariencias, la falsa
personalidad, para ver las cosas como realmente son; para ver la
verdadera luz de tu interior en medio de un caos de posibilidades y
apariencias.
Así como una flor crece siguiendo el
camino natural, quien quiera ser un verdadero jugador debe tener el
estado mental correcto, para ser iluminado por las bellezas del juego de
los reyes.
Horacio Kiel
Honorary Chess Ambassador
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